Como un fruto herido

Una joven y su madre encuentran en la afición del padre al cultivo de los bonsáis un reflejo de su triste situación; una mujer percibe en la plaga que ataca a sus árboles un eco de su propia enfermedad, un grupo de plañideras sabe que lágrimas y lluvia son dos caras de la misma ecuación; una mujer da a luz encerrada en una casa de campo y desde allí planea su definitiva liberación; una niña asocia la muerte de su hermano con los pájaros negros que rodean su casa.

Los personajes de Como un fruto herido nos acercan a lo cotidiano, a lo orgánico, al dolor de nacer, crecer, crear, siempre desde una mirada que privilegia lo femenino y sus múltiples aristas, y donde el cuerpo es repositorio de goces, pero también de miserias. El giro fantástico, cuando lo hay, es casi siempre metáfora o alegoría, un recurso que permite descorrer el velo y abordar aquello que a veces pretendemos no ver o de lo que preferiríamos no hablar: el abuso, la muerte, el incesto, el embarazo no deseado, el aborto, la menstruación, el trauma, la carencia de impulso maternal.

Con ecos de escritoras como Amparo Dávila o Guadalupe Dueñas, Shirley Jackson o Charlotte Perkins-Gilman he aquí una voz que busca la poesía en sitios improbables y, con ello, nos ofrece historias que navegan entre lo realista y lo especulativo y en las que, en los intersticios de lo oscuro y lo luminoso, se abre camino siempre el impulso vital, irresistible, por sobrevivir.

Alma Mancilla